“Si hay una lucha contra las drogas, entonces varios de nuestros propios familiares son el enemigo. Y yo no sé cómo librar una guerra contra tu propia familia” sentenció el Zar Antidrogas estadounidense renunciando a su cargo en vivo frente a toda la prensa.
Lo anterior es parte de la desgarradora película Traffic (Tráfico), cuyo realismo en su visión sobre el narcotráfico en México y Estados Unidos le valió en el 2000 numerosas nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Dirección, premio que a la postre ganó.
En la vida real, la crudeza de esta lucha es igual de desgarradora pero las implicaciones no son premios, sino el costo de muchas vidas.
Tal como en dicha cinta, sin embargo, tal parece que el Presidente Felipe Calderón y el Gobierno Mexicano no han comprendido quién es el verdadero enemigo en esta lucha contra el narcotráfico.
Y si el Presidente Calderón y el Gobierno no entienden que la verdadera guerra es contra una cultura de la ilegalidad, el crimen y la violencia que es parte de la misma sociedad, y no sólo contra los sicarios armados de los carteles, estarán condenados a perder la guerra y dañar más al país.
Lo anterior viene a colación porque el Presidente y su Gobierno, con tal de respaldar al Ejército y su lucha contra el crimen organizado (la cual pareciera haber sido usada también para ganar legitimidad en el poder), han utilizado una estrategia claramente contradictoria: exaltar la violencia y el armamento de las propias Fuerzas Armadas.
Un claro ejemplo es la indignante situación que pudimos a través de las diversas fotografías publicadas el fin de semana en la prensa nacional, en la cuales se mostraba a niños de primaria jugar con metralletas, bazukas, balas y cascos militares como si fueran “Barbies” o patinetas.
En efecto, en el marco del Día del Ejército, a alguien en el Gobierno se le ocurrió al parecer hacerle Relaciones Públicas a esta institución invitando a grupos de niños a visitar el cuartel de la II Zona Militar en Tijuana como si se tratara de una excursión a una fábrica de “Gansitos” o cuadernos “Scribe”.
Lo paradójico es que precisamente ese viernes, el Secretario de Defensa Nacional, Guillermo Galván, advirtió: “(si) se alarga en exceso el trayecto de la confrontación, no sólo se incrementará el número de víctimas inocentes, también se causará un daño adicional a la población, porque podría terminar habituándose a la cultura de la violencia y ésta genera distorsión a las percepciones colectivas”.
Es decir, el propio Ejército ve un riesgo de que debido a la lucha contra el narcotráfico la población podría habituarse a la “cultura de la violencia” y sin embargo ¿invita a niños de primaria a que jueguen a ser “soldaditos” con ametralladoras reales?
¿A nadie en el Gobierno se le ocurrió que esos niños, quizás sí crezcan con cierta admiración hacia el Ejército, pero que tal vez quieran también “seguir jugando” con esas armas y que seguramente las conseguirán más fácilmente (aún las de “uso exclusivo del Ejército”) en la calle, en los propios carteles que el Gobierno combate?
Otro ejemplo de esta clara contradicción son las polémicas imágenes del cuerpo del presunto narcotraficante Arturo Beltrán Leyva que se difundieron luego de que el Gobierno informara de su muerte.
Las fotografías mostraban el cuerpo semidesnudo con billetes encima, pareciendo que se quería dar un mensaje del estilo “el crimen no paga”, “así le va a los que delinquen”, como si más bien la muerte se hubiera dado en una balacera con un cartel enemigo y no con miembros del propio Gobierno.
Aunque el Gobierno Federal trató de deslindarse y “echarle la bolita” de dichas imágenes al personal forense del Gobierno de Morelos, es lógicamente muy poco probable que unas fotografías así pudieran tomarse y difundirse de la manera en qué lo fueron sin una autorización oficial.
El punto es que, con intención o sin ella, es evidente que dichas imágenes exaltaban aún más la violencia que supuestamente el propio Gobierno combate, condena y critica, por ejemplo, cuando se publican fotos de otros ejecutados en las páginas de los diarios.
En todo caso, si el Gobierno está tratando de hacer Relaciones Públicas y una defensa de la batalla militarizada contra el narcotráfico, tendrían que comenzar por preocuparse por otros detalles que impactan en la credibilidad de su mensaje.
Y en que en este terreno de la percepción y la “lucha mediática” por convencer a la población que está haciendo lo correcto, el Gobierno también tiene un importante problema de confianza y credibilidad que debería de atender.
Éste quedó evidenciado, por ejemplo, con la portada que el semanario político Proceso, el más influyente del País, publicó la semana pasada. Con una foto del “Chapo Guzmán” y el titular “Intocable”, la revista daba lugar a un reportaje que señalaba la percepción de que poco ha hecho el Gobierno para combatir a este presunto delincuente y su grupo.
Hechos que tampoco ayudan en nada a esta percepción oficial, es que inclusive miembros del propio partido en el poder, como el panista César Jáuregui que busca la alcaldía de Ciudad Juárez, Chihuahua, denuncien públicamente (como lo hizo en una carta en diciembre a Manuel Espino o en días pasados a la prensa) que personal de la propia PGR sí protege al “Chapo”.
Tampoco ayuda a la credibilidad que, justo antes de un proceso electoral importante, en Michoacán se haya capturado a varios políticos por presuntos nexos con el narco, para meses después liberarlos porque no pudieron comprobar su responsabilidad.
Todo esto, mientras otros gobernantes también del mismo partido en el Gobierno, como el Alcalde de San Pedro, Nuevo León, Mauricio Fernández, escandalizan al País con sus declaraciones sobre su “visión” del narcotráfico, sin que haya mayores repercusiones.
Fernández tuvo notoriedad el año pasado cuando unos audios de su campaña donde decía que los Beltrán Leyva estaban de acuerdo con su plan de seguridad municipal se filtraron a la prensa. Después, al tomar posesión, sorprendió al anunciar la “ejecución” de un secuestrador, horas antes de que apareciera su cuerpo en el DF, precisamente con el sello del “Jefe de Jefes”, el apodo de Beltrán Leyva.
El Gobierno Federal reaccionó a este hecho tarde y sólo con declaraciones que enfatizaban que no debía de haber nadie fuera de la Ley (único ángulo del discurso de Fernández que comentaron). Días después, fue también unas horas a comparecer como testigo a la PGR y el asunto al parecer se cerró.
No digo, desde luego, que estos hechos representen una complicidad del Gobierno en acciones ilícitas. Pero sin duda, en el terreno de la percepción pública son aspectos que restan, y que, tal como los escasísimos resultados públicos que se han dado en el sexenio en el combate al “lavado de dinero” (donde realmente le duele a los criminales), afectan la “credibilidad” del mensaje oficial.
Al final, yo coincido con el Presidente Calderón en algo: sacar súbitamente al Ejército de las calles y de la lucha contra el crimen organizado no solucionará el problema real de esta clase de delincuencia.
Sin embargo, para poder realmente avanzar en esta lucha, el Presidente y su Administración tendrían que preocuparse por luchar congruentemente vs. una “cultura de la violencia” en vez de promoverla.
Y si quieren ganar credibilidad y buena imagen, será mejor que comiencen a tomar acciones concretas en las áreas donde han dejado dudas.
Pero hacer a los niños “jugar a la guerra”, no es la solución, sino al contrario, pudiera fomentar más el problema.
1 comentarios:
Muy buen post, Alex, no sé por qué no lo había leído. Es un hecho que parece ahora muy 'normal' el ver fotos en la prensa como la de Beltrán Leyva (que es doble vergüenza por venir desde el gobierno); muy normal, que la gente parezca estar dispuesta a traer armas y envalentonarse para solucionar cualquier conflicto; y lo peor de todo, muy normal, también, que los niños jueguen y estén acostumbrados a las armas.
Apenas me pasó que unas personas que conozco presumían que su hijo tenía una réplica exacta de una pistola como 'juguete', que sabía para qué servían (para matar) y que incluso preguntó si le habían 'echado bala al abuelo' que acababa de morir.
Imagínate, realmente, lo que pude suceder con ese niño en el futuro, desde quizá un accidente cuando, confundiendo con un juguete cualquier arma que no dudo que tengan sus padres, ya que le fomentan esto, hasta ver muy normal, como te decía, traer un arma y envalentonarse para arreglar conflictos, al cabo que es 'muy normal' usar las armas y matar.
Triste a lo que se está llendo esta sociedad por tomar algunas cosas como algo común y corriente, incluso alentándolas.
Saludos.
Karina
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