RESUMEN:
- Mucho se ha avanzado para un Estado Laico
- Aun falta por hacer
- Ambos “extremos” políticos lo amenazan
“Mostradme la moneda” dijo Jesús. “¿De quién es la inscripción?”- “Del César”, le respondieron. “Dad pues al César, lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” instruyó, según los relatos bíblicos.
Siglos después, la relación entre los asuntos de fe y los de Gobierno continuaría a debate, como lo está hoy en nuestro país.
En México, no en vano se celebra a Benito Juárez (a quien le debemos el “Puente” de este lunes, debido al aniversario de su natalicio que se celebrará el domingo) como uno de los principales impulsores del Estado Laico.
Sin embargo, el Estado Laico sigue enfrentando en el siglo XXI dos grandes riesgos (opuestos entre sí pero igual de nocivos): la injerencia inadecuada de instituciones y jerarcas religiosos en las decisiones oficiales y la intolerancia hacia la expresión libre de las creencias.
Y es que a la vez dos derechos complementarios se traslapan entre sí en este tema: el derecho de todo ciudadano a un Estado que no le imponga criterios religiosos y el derecho de cada ciudadano a vivir y expresar libremente la fe que desee.
En efecto, la “guerra” política entre “liberales” y “conservadores” que se viviera en México en los tiempos de Benito Juárez parece estarse reeditando en México en los últimos años a baja intensidad, aunque con actores y circunstancias diferentes.
Lo lamentable es que aunque en teoría, supuestamente de un lado estarían los “religiosos”, en la realidad de hecho pareciera haber “dogmáticos” o “fanáticos” en ambos lados, los cuales con su “guerra”, no hacen más que dañar aun los beneficios reales que un ciudadano puede esperar de un Estado Laico.
La aprobación de muchas leyes estatales endureciendo las penas contra el aborto parece ser de hecho, un ejemplo aparente de la actual injerencia de sectores conservadores y la jerarquía religiosa católica en las legislaciones civiles.
Pero es obvio también que esto a su vez es una reacción a las legislaciones “liberales” que se han hecho en el Distrito Federal en materias tales como la propia despenalización del aborto y el matrimonio de personas homosexuales.
En ambos casos, la “política” parece haber sido rebasada por el “mayoriteo” (o la “gandallez”, pues) en los congresos donde las respectivas corrientes han tenido mayoría o han podido cabildear - negociar a su favor.
De hecho, es la despenalización del aborto en el DF en el 2007, la que parece haber desatado o prendido la mecha de esta “guerra” legislativa entre supuestos “liberales” y “conservadores” modernos y los intereses, filias y fobias que traen detrás.
En aquel momento, por ejemplo, intolerantes y agresivos parecieron Norberto Rivera y su vocero, cuando intentaron amedrentar a legisladores capitalinos con la “excomunión” del alma si aprobaban la despenalización del aborto, amenazando con aspectos religiosos para imponer su voluntad en los asuntos públicos.
No obstante, igual o más bien peor (porque él es gobernante) se vio en aquel entonces Marcelo Ebrard, Jefe del Gobierno del DF, quien sugirió que los médicos de la entidad no tendrían el derecho a ejercer su libertad de conciencia para negarse a practicar a un aborto.
Lo que Ebrard parecía decir a los doctores que iban quizás a enfrentarse a un dilema moral en su trabajo: “puedes creer lo que quieras pero no practicarlo.” Y eso definitivamente no es tampoco defender el “Estado Laico” sino al contrario, dañarlo.
En realidad, no sólo el Artículo 16BIS del Código de Salud del DF establecía ya el derecho que Ebrard pretendía negar, sino que ese derecho era una extensión del Artículo 24 de la Constitución Mexicana, que da plenas garantías individuales para la libertad de creencias.
En tono similar a Ebrard, el Presidente de la Asamblea Legislativa, Victor Hugo Círigo, exigió muchas veces durante el proceso de discusión legislativa, que Norberto Rivera y otros líderes religiosos se callaran y no expresaran públicamente su punto de vista sobre el tema, intentando más bien coartar su libertad de expresión.
La verdad es que la Ley no prohíbe a un líder religioso hablar sobre un tema como el aborto y tampoco debería nunca hacerlo. La propagación de sus ideas es parte inherente de un credo religioso y sin ese derecho, evidente un “Estado Laico” que pretende garantizar el derecho de las creencias de todos queda cojo.
Por supuesto, el “poder” de alguien tan influyente como un líder religioso debe ser “acotado”, “regulado” y “vigilado”. Lo que la Constitución Mexicana y su Ley Reglamentaria correspondiente sí prohíben con claridad es, por ejemplo, que un ministro de culto sea candidato a elección popular, que haga proselitismo a favor de un partido y que se “oponga a las leyes del país”.
Situaciones como esas sí han sucedido también en México y por supuesto que sí vulneran el Estado Laico como también lo hace que los gobernantes impongan las reglas de una religión particular a toda la población, persiguiendo y discriminando a las personas que tengan otro credo.
Esto último es un problema tristemente vigente y hasta la fecha vemos en las noticias como en poblaciones de estados como Chiapas e Hidalgo la persecución religiosa a cristianos evangélicos, permitida, alentada o hasta encabezada por autoridades oficiales en pleno contubernio con jerarcas religiosos católicos.
Por esa razón tal vez, no sólo los “ateos”, defienden el “Estado Laico” con ahínco, sino también lo hacen sectores importantes de las iglesias cristianas, quienes por años han acostumbrado realizar, por ejemplo, una marcha conmemorativa todos los 21 de marzo, en conmemoración del legado de Juárez.
Al final, un “Estado Laico” nos conviene a todos. Todo mundo debe tener el derecho de creer lo que quiera y ejercer esa creencia con libertad, mientras no cometa un delito, como dice la Constitución. Al mismo tiempo, debe garantizar que las creencias de otros no se impondrán sobre las mías.
Hasta antes de la Constitución de 1857, la libertad de creencias en México no existía y la única religión permitida por Ley era la Católica. Esa Constitución y las Leyes de Reforma bajo el mandato de Benito Juárez dieron nacimiento al “Estado Laico” en México.
Mucho se ha avanzado desde entonces pero aún hay camino por recorrer.
De lo que se trata es de crear un marco y terreno común donde todos, absolutamente todos, podamos coexistir y convivir. No se trata de “guerra”, se trata de tolerancia, entendida como la cualidad de “reconocer y respetar las prácticas, creencias, etc. sin compartirlas”.
Otra cosa es que algunos intenten aprovechar su influencia en el ámbito religioso para sus negocios e intereses personales o de grupo, o que las autoridades se hagan cómplices de lamentables delitos cometidos desde el ámbito religioso, como en las cosas de pederastia y abuso sexual que han salido a la luz en los últimos años.
Otra cosa también es que algunos quieran entender por “Estado Laico” más bien “Estado Antireligioso” y busquen limitar desde sus propios “dogmas” los derechos de creencias y expresión de otros.
A ambos, quizás hasta el mismo Jesucristo los describiría con una palabra: “hipócritas”.
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