A estas alturas deben quedar pocos mexicanos que no sepan que este año, 2010, se conmemora el Centenario de la Revolución Mexicana y el Bicentenario de la Independencia.
Durante meses, los ciudadanos hemos sido “bombardeados” con propaganda que nos recuerda ese hecho y nos invita a unirnos a la gran “celebración”.
La clase política (el Presidente, el Congreso, los Gobernadores, etc.) y también empresarial (televisoras, por ejemplo) ya tienen listas las magnas fiestas para festejar en grande. Habrá luces, cohetes, programas especiales, spots, parafernalia…
El Presidente Calderón, además, comenzó el año con un discurso sumamente optimista. En su mensaje del 6 de enero, afirmó que “2010 será el año de la recuperación económica” y que los mexicanos “celebraremos 2010 con orgullo por el pasado y con esperanza en el futuro”.
Sin embargo, quién sabe si el resto de los mexicanos tenga en verdad muchas razones para “celebrar” o siquiera para tener esperanza, como quizás hace 100 años, muchos mexicanos no compartían el pomposo festejo del Centenario de la Independencia que encabezó Porfirio Díaz.
¿Es que hay acaso en el panorama verdaderas señales para estar esperanzados? ¿Hay signos que nos permitan estar optimistas? Veamos:
LA ECONOMÍA: Los aumentos a impuestos como el IVA e ISR y a productos y servicios como las telecomunicaciones y la gasolina nos dejan claro que quizás si comience a haber una “recuperación” pero ¡no en el bolsillo de los ciudadanos!, sino sólo en las arcas del Gobierno.
El pueblo, en donde como país tenemos más del 50% de población en pobreza, será el último que comenzaría a sentir en carne propia una supuesta recuperación de la Economía, tal como, a la inversa, fue el primero que lógicamente comenzó a sentir el deterioro de la misma.
Las encuestas del Gobierno Federal lo muestran. Con la actual crisis, la ciudadanía comenzó a resentir el golpe a su economía muchísimos meses antes que los medios de comunicación empezaran a “reflejar” seriamente el tema en sus informativos.
(“Hipócritas”, les hubiera dicho Jesucristo. “Ustedes saben discernir el aspecto del cielo, pero no las señales de los tiempos” (Mt 16:3) o aplicado a este caso diríamos: “saben reconocer cuando hace mucho frío y lo publican, pero no cuando el pueblo ya comenzó a gemir por hambre”)
Quizás veamos este año que políticos digan o en algunos medios se nos “muestre” con “cifras macroeconómicas” que la cosa va mejorando, pero ciertamente se ve difícil que los ciudadanos no vayamos a sufrir mucho más para tener qué comer, pagar nuestras deudas, servicios o aún para tener empleos.
LA SEGURIDAD: La muerte del presunto narcotraficante Arturo Beltrán Leyva fue vendida por el Gobierno Federal como una buena noticia. Quizás en términos de lucha estratégica contra el crimen organizado lo sea, en efecto.
Sin embargo, para la seguridad cotidiana de los mexicanos, no parece que la situación vaya a cambiar mucho. A Beltrán lo sucederá otro (quizás incluso mediante un proceso de sucesión violento), pero la droga se seguirá vendiendo y sus ganancias seguirán comprando policías y autoridades de todos los niveles. ¿O hay algo que lo evite?
Además, si el Gobierno no pudo proteger a la familia del marino valiente que dio su vida en el operativo ni, apenas días antes, al “testigo protegido” que había declarado sobre la infiltración del Cartel de Beltrán Leyva en el más alto nivel de la PGR, es lógico que los ciudadanos se pregunten ¿podrá el Gobierno cuidarnos como es su responsabilidad?
Es difícil además que la estructura del crimen organizado sea desmantelada si nunca se atrapa a los empresarios que lavan dinero o a los políticos encumbrados que los protegen. Y no hemos visto señales en ese sentido.
LA POLÍTICA: Los estadistas escasean en México hoy en día y, en cambio, sobran los políticos y partidos que buscan velar sólo por sus intereses, sin importar cómo afectan a la ciudadanía.
Los niveles de corrupción en este país son altísimos, como a todo el mundo le consta, y en contraste son esporádicos y hasta inusuales los casos en donde esto se castiga.
En este año, lleno de procesos electorales por todo el país, no será evidentemente fácil ni esperable que vamos grandes “consensos” entre los partidos.
Después, además, ya viene el 2012 y los partidos y políticos ya tienen su propia “agenda” y no es, por supuesto, la de los ciudadanos.
Quizás veamos en el Congreso Federal alguna sorpresa en el área de la Reforma Política que el Presidente Calderón comenzó a impulsar desde el año pasado, pero no hay señales que muestren que este año será significativamente mejor que otros en materia política.
¿ESPERANZA? ¿No hay entonces motivo para estar optimistas? ¿Debemos esperar sólo lo peor?
Quién sabe. La respuesta dependerá más bien, como hace 100 o 200 años, de nosotros, la gente, la ciudadanía.
Quién sabe que procesos silenciosos constructivos para el futuro de la Nación se están llevando hoy a cabo por hombres y mujeres valientes de la sociedad.
En México somos mucho más que nuestros gobernantes. Somos un pueblo fuerte, con una fuerza laboral inmensa, con una creatividad sobresaliente, puesto en un terreno lleno de bendiciones naturales.
Quizás, como Francisco Madero en 1909, o como el cura Hidalgo y los otros hombres que se reunían con pasión por su país en la casa del Corregidor de Querétaro antes de Septiembre de 1810, hoy haya muchos mexicanos que “no se ven”, que no son “famosos”, pero que gestarán el futuro de México.
Y no me refiero a un nuevo movimiento armado. La violencia por naturaleza es destructiva, y lo que necesitamos es construir. Dios permita que ahora ya no lleguemos a eso, para encauzar los impulsos de cambio en el país. Pero urgen cambios pacíficos que nos lleven a un mejor rumbo.
Lo cierto, es que el futuro del país depende de todos, de nosotros y quizás no haya sólo que esperar “señales” para estar optimistas, sino que construirlas.
Quizás habría que comenzar este Bicentenario por leer, releer y conocer verdaderamente la Historia de México, en vez de cómo ciudadanos quedarnos sólo en la parafernalia vistosa. Prepararnos, entender, y no sólo “memorizar” nuestra Historia es indispensable.
La esperanza de México está en su gente. Seamos críticos como ciudadanos, analíticos e informados, inconformes, poco ingenuos; pero también emprendedores, entusiastas. solidarios para cambiar las cosas. Que si no lo hacemos, ni los gobernantes, ni los otros países, ni nadie lo hará por nosotros.
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